martes, 22 de abril de 2008

Argentina en el mundo -Borges y los piqueteros

Por Mario Vargas Llosa

Argentina renuncia poco a poco a todo lo que hizo de ella un país del primer mundo para, obnubilada por el populismo, la dictadura y la demagogia, empobrecerse, dividirse y ensangrentarse
La biblioteca 'Miguel Cané', en el barrio bonaerense de Boedo, es un modesto local de techos altos y viejos anaqueles y pupitres de lectura, que se ha convertido en un sitio de peregrinación cultural para todo visitante más o menos alfabeto que llega a Buenos Aires. Porque aquí trabajó Jorge Luis Borges nueve años, de 1937 a 1946, como humilde auxiliar de bibliotecario, registrando y clasificando libros en un estrecho cuartito sin ventanas del segundo piso, donde ahora se exhiben, en una vitrina, las primeras ediciones de algunos de sus libros.
No hace mucho pasó por aquí el escritor inglés Julian Barnes y dejó estampada su admiración por el autor de Ficciones. Siento de pronto emoción imaginando aquellos años oscuros de ese auxiliar de biblioteca que, según la leyenda, en la hora de tranvía que le tomaba ir y venir de su casa a su trabajo, se enseñó a sí mismo el italiano, y leyó y poco menos que memorizó La Divina Comedia, de Dante. Además, claro, de darse tiempo para escribir los cuentos de su primera obra maestra, Ficciones (1944).
Borges es una las cosas más notables que le ha pasado a la Argentina, a la lengua española, a la literatura, en el siglo veinte. Y es seguro que esa particular forma de genialidad que fue la suya -por lo excéntrico de sus curiosidades, su oceánica cultura literaria, lo universal de su visión y la lucidez de su prosa- hubiera sido imposible sin el entorno social y cultural de Buenos Aires, probablemente la ciudad más literaria del mundo, junto con París. Ambas capitales tienen encima, como segunda piel, una envoltura literaria de mitos, leyendas, fantasías, anécdotas, imágenes, que remiten a cuentos, poemas, novelas y autores y dan una dimensión entre fantástica y libresca a todo lo que contienen: cosas, casas, barrios, calles y personas.
Mucho de aquella Argentina de lectores voraces y universales, de cosmopolitas frenéticos y políglotas desmesurados, está todavía presente en la desfalleciente Buenos Aires a la que vuelvo luego de algunos años: en sus espléndidas librerías de Florida y Corrientes abiertas hasta altas horas de la noche, en sus cafés literarios donde se cocinaron grandes polémicas estéticas y políticas, y cuajaron esas revistas culturales que circulaban por toda América Latina como ventanas que nos descubrían a los latinoamericanos todo lo importante que en materia artística y literaria ocurría en el resto del mundo.
Las paredes del Café Margot están llenas de inscripciones, fotos y recuerdos de los ilustres escribidores, músicos y pintores que se sentaron, bebieron y discutieron hasta altas horas en estas mesitas frágiles y apretadas donde, con un grupo de amigos, recordamos algunas glorias extintas: Victoria Ocampo, María Rosa Oliver, José Bianco. En un rincón del célebre Café Tortoni hay una mesa con un Borges de tamaño natural, hecho de papier-maché.
Pero es sobre todo en ciertas personas donde aquella tradición civil e intelectual está aún viva y coleando: después de muchos años tengo la alegría de ver al ensayista y filósofo Juan José Sebreli y unos pocos minutos de conversación me bastan para comprobar, de nuevo, la solidez y vastedad de su información filosófica, la desenvoltura con que se mueve por los mundos de la historia, las ideas políticas y la literatura. Como muchos argentinos que he conocido, me da la impresión de haber leído todos los libros.
Borges fue destituido de su empleo en la biblioteca 'Miguel Cané' por el gobierno de Perón, en 1946, y degradado, por su anti-peronismo, a la condición de inspector municipal de aves y gallineros. El hecho es todo un símbolo del proceso de barbarización política que latinoamericanizaría a Argentina y revelaría a los argentinos al cabo de los años que, en verdad, no eran lo que muchos de ellos creían ser -ciudadanos de un país europeo, culto, civilizado y democrático, enclavado por accidente en Sudamérica- sino, ay, nada más que otra nación del tercer mundo subdesarrollado e incivil.
La involución del país más próspero y mejor educado de América Latina -una de las primeras sociedades en el mundo que gracias a un admirable sistema educativo derrotó al analfabetismo- a su condición actual, es una historia que está por escribirse. Cuando alguien la escriba, lo que saldrá a la luz tendrá la apariencia de una ficción borgiana: una nación entera que, poco a poco, renuncia a todo lo que hizo de ella un país del primer mundo -la democracia, la economía de mercado, su integración al resto del globo, las instituciones civiles, la cultura de brazos abiertos- para, obnubilada por el populismo, la demagogia, el autoritarismo, la dictadura y el delirio mesiánico, empobrecerse, dividirse, ensangrentarse, provincializarse, y, en resumidas cuentas, pasar de Jorge Luis Borges a los piqueteros.
Son emblema de la otra Argentina, la que rechazó el camino de la civilización y optó resueltamente por la barbarie. En sus orígenes eran, al parecer, desempleados y marginales que salían a reclamar atención y trabajo de un poder que los ignoraba, de un mundo oficial sin alma, que daba la espalda a los más necesitados. Ahora, más bien, son las fuerzas de choque del poder político.
Antenoche han salido con sus bombos y sus garrotes a enfrentarse a los simpatizantes de los agricultores que protestan en la Plaza de Mayo por los nuevos impuestos decretados por el gobierno de Cristina Kirchner para los productos agrícolas. Y, en efecto, los dispersan a palazos y a patadas, en nombre de la revolución.
¿Cuál revolución? La del odio. Lo explica muy bien el líder piquetero Luis D'Elía, afirmando que la culpa de esta movilización de agricultores contra el gobierno la tienen 'los blancos'. Añade que él 'odia' a los blancos del Barrio Norte y quisiera 'acabar' con todos ellos. Pregunto a mis amigos argentinos qué quiere decir el líder piquetero con aquello de 'blancos'. Porque, por donde yo miro, en la Argentina, por más esfuerzos que hago, sólo veo blancos. ¿Quiere acabar, pues, el piquetero con 40 millones de sus compatriotas? No veo argentinos negros, ni cholos, ni indios, ni mulatos, salvo turistas o inmigrantes: ¿únicamente a ellos está dispuesto D'Elías a salvar de sus fantasías homicidas y racistas?
Unos días más tarde, tengo ocasión de inspeccionar muy de cerca a un par de centenares de piqueteros que emboscan el autobús que me lleva, de la Bolsa de Rosario al local del Instituto Libertad, que cumple 20 años, un aniversario que un buen número de liberales del mundo entero hemos venido a celebrar. Como quedamos inmovilizados por la joven hueste de don Luis D'Elías -o tal vez alguna peor, pues ésta es sólo ultra, y en la Argentina hay ultra-ultra y más- entre 10 y 15 minutos en la Plaza de la Cooperación, mientras ellos, imbuidos de la filosofía de aquel mentor, destrozan los cristales del autobús y lo abollan a palazos y pedradas y lo maculan con baldazos de pintura, tengo tiempo de estudiar de cerca las caras furibundas de nuestros atacantes.
Son todos blanquísimos a más no poder. Mis compañeros y yo guardamos la compostura debida, pero no puedo dejar de preguntarme qué ocurrirá si, antes de que vengan a rescatarnos, los aguerridos piqueteros que nos apedrean lanzan adentro del ómnibus un cóctel molotov o consiguen abrir la puerta que ahora sacuden a su gusto. ¿Celebraré mis 72 años -porque hoy es mi cumpleaños- tratando de oponer mis flacas fuerzas a la apabullante furia de esta horda de salvajes?
Cuando pasa todo aquello, la joven periodista ecuatoriana Gabriela Calderón -es tan menuda que consiguió encogerse debajo del asiento como una contorsionista- me pregunta muy en serio si estas cosas me ocurren en todas las ciudades que visito. Le respondo que no, que esto sólo me ha ocurrido en la queridísima ciudad de Rosario.
Lo es para mí, por los buenos recuerdos que guardo de ella, y porque es la tierra de mi amigo Gerardo Bongiovanni y de Mario Borgonovo, un publicista que, cuando se lanza a cantar tangos, hasta los ángeles del cielo bajan y los diablos del infierno suben a escucharlo. Gerardo fundó, con cuatro amigos, en 1988, la Fundación Libertad, para promover las ideas liberales en su país. 20 años después, el Instituto es un foco de pensamiento, de debates, de publicaciones, de seminarios y conferencias que entablan una batalla diaria por la modernidad, la tolerancia, el progreso, la democracia y la prosperidad contra quienes se empeñan en seguir retrocediendo a la Argentina hacia lo que Popper llamaba 'la cultura de la tribu'.
Durante los diálogos, mesas redondas y exposiciones de estos días, como en la mañana emocionante de mi visita a la biblioteca 'Miguel Cané', de Boedo, me digo, esperanzado, que no todo está perdido, que todavía el fantasma de Borges podría despertar a la Argentina de la pesadilla de los piqueteros.

Carta abierta: Qué triste estoy argentina !!!

Basta de mentiras.

Qué duro es sentirse minoría en un país de falsas mayorías.
Qué duro es ver que el gobierno nacional y los ruralistas
luchan entre sí cuando son cómplices necesarios del país
sojero. Qué duro es ver cacerolas relucientes y llenas de soja
RR en el asfalto civilizado de Buenos Aires. Que duro es ver
las cacerolas renegridas y sin tierra de los campesinos de
Santiago del Estero. Que duro es ver a los estudiantes de
universidades argentinas con sus carteles de apoyo a los
ruralistas en huelga, como si Monsanto y el Che Guevara
pudieran darse la mano. Que duro es recordar que esas
cacerolas relucientes, esos estudiantes movilizados y esas
familias temerosas del desabastecimiento no salieron a la
calle cuando los terratenientes de este siglo XXI expulsaron a
familias y pueblos enteros para plantar su soja maldita. Qué
duro es ver la furia ruralista al amparo de reyes sojeros como
el Grupo Grobocopatel. Qué duro es ver el rostro reseco de
Doña Juana expulsada, de doña Juana sin tierra, de doña Juana
con sus muertos bajo la soja. Qué duro es ver que se cortan
las rutas para que China y Europa no dejen de tener soja
fresca, y para que Monsanto no deje de vender sus semillas y
sus agroquímicos. Qué duro es comprobar, con los dientes
apretados, y con el corazón desierto y sin bosques, que nadie
habló en nombre de los indígenas expulsados de sus
territorios, de sus plantas medicinales, de su cultura y de su
tiempo para que la soja y el glifosato sean los nuevos
algarrobos y los nuevos duendes del monte. Qué duro es ver con
las manos y tocar con los ojos que nadie habló en nombre de
los campesinos echados a topadora limpia, a bastonazos y a
decisiones judiciales sin justicia para que ingresen el
endosulfán, las promotoras de Basf y las palas mecánicas con
aire acondicionado. Qué duro es saber que nadie habló en
nombre del suelo destruido por la soja y por el cóctel de
plaguicidas. Qué duro es comprobar que muchos productores,
gobiernos y ciudadanos no saben que los suelos solo son
fabricados por los bosques y ambientes nativos, y nunca por
los cultivos industriales. Qué duro es saber que para fabricar
2,5 centímetros de suelo en ambientes templados hacen falta de
700 a 1200 años, y que la soja los romperá en mucho menos
tiempo. Qué duro es recordar que el 80% de los bosques nativos
ya fue destrozado, y que funcionarios y productores no ven o
no quieren ver que la única forma de tener un país más
sustentable es conservar al mismo tiempo superficies
equivalentes de ambientes naturales y de cultivos
diversificados. Qué duro es observar cómo se extingue el
campesino que convivía con el monte, y cómo lo reemplaza una
gran empresa agrícola que empieza irónicamente sus actividades
destruyendo ese monte. Qué duro es ver que el monocultivo de
la soja refleja el monocultivo de cerebros, la ineptitud de
los funcionarios públicos y el silencio de la gente buena. Qué
duro es saber que miles de Argentinos están expuestos a las
bajas dosis de plaguicidas, y que miles de personas enferman y
mueren para que China y Europa puedan alimentar su ganado con
soja. Qué duro es saber que las bajas dosis de glifosato,
endosulfán, 2,4 D y otros plaguicidas pueden alterar el
sistema hormonal de bebés, niños, adolescentes y adultos, y
que no sabemos cuántos de ellos enfermaron y murieron por
culpa de las bajas dosis porque el estado no hace estudios
epidemiológicos. Qué duro es saber que los bosques y ambientes
nativos se desmoronan, que las cuencas hídricas donde se
fabrica el agua son invadidas por cultivos, y que Argentina
está exportando su genocidio sojero a la Amazonia Boliviana.
Qué duro es comprobar que las cacerolas relucientes son más
fáciles de sacar que las topadoras y el monocultivo. Qué duro
es comprobar que en nombre de las exportaciones se violan
todos los días, impunemente, los derechos de generaciones de
Argentinos que todavía no nacieron. Qué duro es ver las
imágenes por televisión, los piquetes y las cacerolas mientras
las almas sin tierra de los campesinos y los indígenas no
tienen imágenes, ni piquetes, ni cacerolas que los defiendan.
Qué duro es comprobar que estas reflexiones escritas a
medianoche solo circularán en la casi clandestinidad mientras
Monsanto gira sus divisas a Estados Unidos, mientras las
topadoras desmontan miles de hectáreas en nuestro chaco
semiárido para que rápidamente tengamos 19 millones de
hectáreas plantadas con soja, y mientras miles de niños
argentinos duermen sin saber que su sangre tiene plaguicidas,
y que su país alguna vez tuvo bosques que fabricaban suelo y
conservaban agua. Muy cerca de ellos las cacerolas abolladas
vuelven a la cocina.

Por Dr. Raúl A. Montenegro, Biólogo. Premio Nóbel Alternativo
(Estocolmo, Suecia).Presidente de FUNAM. Profesor Titular de
Biología Evolutiva en la Universidad Nacional de Córdoba
(Argentina).

Todo lector de este pequeño y poco conocido blog al que le importe nuestra pequeña Argentina, hágame el favor de hacer circular esta carta.

domingo, 20 de abril de 2008

Me cago en el humo

Cuénten por qué se cagan en el humo.

Me cago en el humo, no puedo entrenar.
Me cago en el humo, no puedo ver.
Me cago en el humo, se me canceló un torneo.
Me cago en el humo, mi casa huele como el orto.


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miércoles, 9 de abril de 2008

Hacer puré

Si pensaban que el título era metafórico, y que voy a hablar de algo interesante, que NO tiene que ver con hacer puré, literalmente hablando, están equivocados.

La gente dice "el puré de papa es muy bueno para las personas que hacen deporte, comé puré de papa, te biene re bien"

QUE PAJA HACER PURÉ DE PAPA

Ayer encontrábame yo usando parte de mi tiempo para la necesidad vital "cena" cuando me puse a pensar sobre las complicaciones de hacer puré de papa.

Hay que:

1) Lavar y pelar las papas (que paja dios, laburo de castigo, sólo pensar en que hay que empezar por eso, te da ganas de no cenar)
2) Cortarlas en cubos, o similares partes regulares, para hervirlas. Usualmente se usa un cuchillo o cuchilla de mierda sin filo que hace que las papas las tengas que cortar a pura fuerza.
3) Cuando el calor y el cansancio del esfuerzo luego del paso 2 te alcanza, y te sentís mareado, recordás cerrar la llave del gas que dejaste abierta, y seguís con el trabajo, pensando qué cerca estuvo tu muerte.
4) Ponés las papas en una olla con agua caliente, y esperás las 1001 horas a que alcanze el hervor, mientras que, este es el paso más largo, no hay NADA que hacer, y sufrís un embole horrible durante una hora o más, depende qué tanto te cagan con el gas rebajado, y la olla no hierve MAS.
5) luego de quemarte varias veces para verificar la cocción de las papas, las colás, quemándote otra vez con el vapor del agua (that hurts) y te disponés, pasadas 1:30 horas de terrible embole, a terminar con el paso final.
6) Se agrega leche y condimentos, mientras se pisa la papa, con un pisapapas pedorro, quemándote otra vez con el vapor, que pensabas que había terminado, pero no.
7) El machismo de la sociedad te juega en contra, cuando al intentar ponerte guantes para evitar las quemaduras del vapor, notás que están hechos para manos de mujer, y NO te entran.
8) Peleando con la papa barata llena de grumos y medio vieja (porque comprar papa buena equivale a cocinar un puré de 20 mangos) terminás de pisar el puré, y cuando mirás la hora, ya deberías estar durmiendo, porque te tenés que levantar al otro día.

Y a veces no apreciamos a nuestras madres que nos cocinaban cuando éramos pibes.

VIVA EL PURÉ INSTANTÁNEO.

martes, 8 de abril de 2008

Polémico juego llamado "border patrol" gana terreno entre los internautas estadounidenses.

El juego consiste en dispararle a mexicanos, narcotraficantes y "breeders" representadas por mujeres hispánicas embarazadas.

Alguien puede explicarme qué mierda tenés en la cabeza cuando creás un juego así ?

Y pensábamos que Tolkien era racista.

martes, 1 de abril de 2008

NAH

Necesito descargarme so pena de odiar a mi vieja toda la vida.

QUE MIERDA ESTABA PENSANDO CUANDO TIRÓ SEMEJANTE OBRA DE ARTE A LA BASURA. Tenía un cuadro hecho en lápiz, una obra maestra, hermoso, yo no se mucho de arte pero ese caballo negro estaba buenísimo. El cuadro había venido volando a mi terraza durante un temporal, lo encontré todo mojado y medio arruinado por la lluvia. Lo llevé a mi cuarto, con planes futuros de algún día enmarcarlo y tenerlo.

Mi cuarto es un bardo en desorden, sí, y aunque mi vieja prometió no meterse con él, NO SE PORQUE MIERDA ENTRE TODA LA PORQUERÍA QUE HABÍA AHÍ, TENÍA QUE TIRAR ALGO QUE TIENE VALOR ARTÍSTICO.

Por sobre todas las cosas, no entiendo, no entiendo que carajo pensás cuando tirás algo así a la basura.

Parece que era tan buena la obra, que no iba a poder quedarse conmigo, así como llegó con una tormenta, se fué.

Hoy es un día negro.
Lamento desilusionar a las (pocas) personas que visitan este blog y pensaban que yo era un especie de ente misterioso sin cara de la internet que posteaba cosas sin sentido

Y así fué como llegó el profético día en el cual descubrí que existía algo llamado perfil donde uno pone su nombre y esas yerbas, y lo completé.